Las Hermanas Mirabal: El Origen de una Lucha que Sigue Interpelando al Mundo. Una Mirada Psicológica y Cercana a la Violencia de Género
El 25 de noviembre de 1960 marcó para siempre la historia de América Latina. Ese día, tres hermanas dominicanas —Patria, Minerva y María Teresa Mirabal— fueron asesinadas de forma brutal después de años de enfrentarse a la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo. En el país se decía que eran “las Mariposas”, no solo por su belleza, sino por la valentía con la que agitaban las alas en un tiempo donde alzar la voz podía costar la vida.
Muchos años después, todavía hay mujeres que cuentan que oyeron por primera vez sus nombres en boca de sus abuelas. “Esas eran mujeres de verdad”, murmuraban con respeto. Aquellas historias pasaban de generación en generación como si fueran una advertencia silenciosa: la violencia contra las mujeres no es nueva, pero la resistencia tampoco.
Por ello, en homenaje a las Mirabal, la ONU declaró el 25 de noviembre como el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Y aunque ese crimen se cometió en un contexto político, su significado trasciende cualquier frontera: la violencia de género tiene raíces profundas, históricas y psicológicas que aún hoy siguen presentes en miles de hogares.
Este artículo ofrece una mirada cercana, comprensible y reflexiva sobre la violencia de género, manteniendo un enfoque psicológico que pueda servir tanto a profesionales como a cualquier persona preocupada por comprender mejor este fenómeno.
1. ¿Qué es la violencia de género? Una definición que va más allá de las palabras
A menudo, cuando se habla de violencia de género, surge la tentación de reducir el término a golpes, peleas o insultos. Pero el concepto es mucho más amplio. Desde la psicología, se entiende como la violencia ejercida contra las mujeres por el hecho de ser mujeres, en un marco de desigualdad que ha normalizado durante siglos la idea de que ellas deben ser controladas, corregidas o limitadas.
No se trata simplemente de un problema entre dos personas; es un patrón que se alimenta de creencias culturales, expectativas sociales y mandatos aprendidos. En consulta, muchas mujeres relatan que no se dieron cuenta de que estaban viviendo violencia hasta mucho tiempo después. “Pensé que era normal”, dicen. “Pensé que así era el amor”.
Este fenómeno suele venir acompañado de:
Asimetría de poder, explícita o sutil.
Control emocional, económico o social.
Culpabilización constante, incluso por asuntos mínimos.
Un clima de tensión en el que todo puede desencadenar un conflicto.
Minimización del daño, tanto por parte del agresor como de la propia víctima.
Desde fuera puede parecer evidente, pero desde dentro, la violencia se camufla con gestos cotidianos que, poco a poco, van construyendo una jaula invisible.
2. Raíces que sostienen la violencia: cuando el problema es más grande que la pareja
Entender la violencia de género requiere mirar más allá de lo individual. Implica observar la estructura social que la sostiene.
2.1. El peso de la socialización
Durante décadas, muchos niños han crecido escuchando frases como “los hombres no lloran” o “hay que tener carácter”, mientras que las niñas escuchaban “sé buena”, “no levantes la voz” o “no hagas enojar a nadie”. Son pequeñas semillas que, con los años, germinan en desigualdad.
2.2. El mito del amor romántico
En talleres y sesiones, una gran cantidad de adolescentes repiten la idea de que los celos son una prueba de amor o que “si no me controla, no le importo”. Estos mitos abren la puerta a los primeros comportamientos de control.
2.3. La dependencia emocional y económica
La violencia no surge solo por la personalidad del agresor; también se sostiene por lo difícil que puede resultar romper con una relación en la que hay hijos, cuentas compartidas, miedo al futuro o un desgaste emocional profundo.
2.4. La normalización cultural
Aún existen chistes, canciones o frases que ridiculizan a las mujeres que se atreven a poner límites. Este clima social favorece que muchas víctimas sientan vergüenza de contar lo que viven.
3. El ciclo de la violencia: una espiral que se repite en miles de hogares
La psicología describe el ciclo de la violencia como una secuencia que se repite y que hace que salir del maltrato sea más complicado de lo que parece desde fuera.
3.1. Acumulación de tensión
En esta fase, el agresor suele mostrarse irritable. Un comentario, un mensaje tardío, una llamada que no se responde… cualquier detalle se convierte en un detonante posible. Muchas mujeres describen esta etapa como “caminar sobre cristales”. No saben cuándo, pero sí saben que algo va a pasar.
3.2. Explosión
Aquí ocurre el episodio violento: gritos, insultos, amenazas, agresiones físicas o emocionales. Una mujer una vez explicó que la dureza no estaba solo en el golpe en sí, sino en el silencio posterior. El silencio del miedo.
3.3. La falsa calma o “luna de miel”
Después, llega la parte más confusa: las disculpas, las promesas, el “no volverá a pasar”. Muchas víctimas relatan que en esta etapa el agresor parece otra persona. Es esta fase la que mantiene la esperanza, la que alimenta la idea de que todo puede mejorar.
4. Secuelas psicológicas: lo que no se ve también duele
Las heridas más profundas no suelen estar a la vista. La violencia de género puede dejar marcas emocionales que persisten durante años:
Ansiedad, insomnio, hipervigilancia
Baja autoestima, una erosión lenta de la identidad
Depresión y culpa, aunque la víctima no tenga responsabilidad alguna
Estrés postraumático, con reacciones físicas ante recuerdos
Dificultades para confiar nuevamente, incluso en contextos seguros
Muchas mujeres explican que al salir de la relación sentían que habían perdido la brújula. “Ya no sabía quién era”, cuentan. Reconstruirse lleva tiempo, y requiere un acompañamiento respetuoso y paciente.
5. ¿Por qué no se van? Una mirada que invita a comprender, no a juzgar
Preguntar “¿por qué no se va?” es desconocer el funcionamiento psicológico del maltrato. Separarse de una pareja violenta implica enfrentar miedos reales, y a veces riesgos físicos muy altos. De hecho, se sabe que la ruptura es el momento más peligroso para la víctima.
Existen muchas razones que dificultan la salida:
Miedo a que las agresiones aumenten
Dependencia económica o hijos pequeños
Vergüenza o sentimientos de culpa
Aislamiento social
Esperanza de que la persona cambie
Manipulación emocional, como amenazas de suicidio o chantajes
Una mujer relató en un grupo terapéutico: “No me quedé porque lo quisiera. Me quedé porque no sabía cómo irme”. Y esa frase refleja una realidad incómoda, pero necesaria de entender.
6. El acompañamiento psicológico: una mano que sostiene sin imponer
La terapia, cuando se realiza desde una perspectiva especializada en trauma y violencia de género, puede convertirse en un espacio seguro donde reconstruir aquello que la violencia destruyó.
La intervención psicológica puede ayudar a:
reconocer señales que antes estaban normalizadas,
recuperar la autoestima perdida,
procesar el trauma paso a paso,
crear un plan de seguridad,
y evitar repetir el ciclo en futuras relaciones.
En consulta, las mujeres repiten que lo más valioso es sentirse escuchadas sin prisa, sin juicios, sin comparaciones. A veces, lo más transformador es que alguien les diga con calma: “Lo que viviste fue violencia; tú no lo provocaste”.
7. La violencia de género hoy: un problema vivo y urgente
A pesar de los avances sociales, las cifras siguen siendo alarmantes. La violencia contra las mujeres continúa en todos los países, y adopta nuevas formas: control digital, ciberacoso, geolocalización, manipulación a través de redes sociales.
En centros educativos, adolescentes ya narran situaciones preocupantes: parejas que exigen contraseñas, revisan chats, exigen videollamadas constantes para “ver dónde estás”. Son señales tempranas que deben atenderse cuanto antes.
8. Las Hermanas Mirabal como símbolo que nos recuerda lo esencial
Volver a las Mirabal no es un ejercicio histórico, sino un recordatorio emocional. Ellas son la prueba de que el silencio nunca ha protegido a las mujeres, pero la memoria sí puede hacerlo.
Su historia continúa inspirando porque recuerda que la violencia no ocurre solo en lo privado; forma parte de estructuras que deben ser cuestionadas. Cada 25 de noviembre, su legado invita a mirar de frente lo que aún falta por hacer: más educación, más intervención temprana, más recursos, más escucha y más compromiso.
9. ¿Qué podemos hacer como sociedad? Caminos posibles
Nadie puede erradicar la violencia de género por sí solo, pero todas las personas pueden contribuir:
Educar en igualdad desde la infancia
Cuestionar actitudes machistas incluso en conversaciones cotidianas
Apoyar a las mujeres sin presionarlas ni juzgarlas
Formarse en señales de violencia si se trabaja con población vulnerable
Acompañar en silencio cuando sea necesario, y con firmeza cuando se requiera
Una sociedad que escucha, que cree y que sostiene es una sociedad que salva vidas.
Conclusión: una lucha que continúa, un compromiso que nos necesita a todos
La historia de las Hermanas Mirabal sigue viva porque muestra, con una claridad dolorosa, que la violencia de género no es un relato aislado, sino un fenómeno que cruza épocas, países y generaciones.
Su recuerdo invita a mirar hacia atrás para entender, hacia adelante para actuar y hacia dentro para transformar lo que cada persona pueda transformar.
La psicología, desde su mirada humana, puede acompañar, sanar y prevenir, pero el cambio real requiere una sociedad entera dispuesta a no mirar hacia otro lado.
Número de colegiado C.O.P. Madrid: M-21496.
Soy Andrés, licenciado en psicología con másters en terapia de pareja y familia, en psicología clínica y de la salud, en psicología legal y forense y clínico en EMDR.




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